lunes, 26 de mayo de 2014

¡Va por ustedes!

A estas alturas, asumes lo que te espera:
Ver que tu mundo no cambia, que la vida seguirá su curso y tu estás obligado a seguirlo, seguir esperando cosas que nunca llegan.
Cuando das a todos por perdidos, cuando entiendes de una vez por qué todos son iguales: porque es lo más fácil, y casi el único camino.
"Si alguna vez te he visto, no me acuerdo" será el lema que usarán todos contigo... y entonces te sentirás vacío, en soledad, sentirás que no ha avanzado nada por lo que has luchado. Descubres que todo es una farsa...
Pero en ese momento de debilidad humana, aparece. Aparece esa persona que te cambia el mundo porque ha llegado a tiempo, y por circunstancias que ni tú mismo sabes, lo necesitas. Te demuestra que el cambio existe, por muy pequeño que sea, y que aunque te caigas, estará ahí, porque sí, sin pedir nada a cambio.
Pero es raro de explicar. Sólo pasa con esas personas que, cuando un día los miras, piensas "Ella/Él lo necesito" Y sabes que tardarán en fallarte, y aunque lo hagan... Te dará igual, porque lo habrán compensado con todo lo que han hecho y con todo los recuerdos que habrás tenido hasta ese momento.
Esa, hasta ahora, es mi definición de amigo.
Y por ello, hoy le doy las gracias a esas personas tan especiales, por demostrarme (y los que me demostrarán) que todavía quedan esperanzas de una vida un poco más feliz.
Y precisamente hoy, se lo dedico a esa última persona que, otra vez, me ha revolucionado la vida tan rápidamente y con tanto impacto: Esmeralda Ramos Padilla. Gracias.

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