sábado, 26 de septiembre de 2015

Mundo de opciones

Vuelvo a estar perdida en un mundo de opciones. De nuevo no sé qué hacer con tantas dudas. He tenido que cerrar puertas de las que nunca hubiera salido. He abierto puertas que no puedo cerrar. No existe la opción de dejarlas entreabiertas. Otra vez me veo obligada a elegir entre lo que puedo y lo que quiero. 

Cada decisión es una menos, cada decisión reduce la tabla de posibilidades, cada decisión es un paso hacia el futuro, pero cada decisión incrementa su importancia cada día, es más difícil. Estoy cansada de elegir y elegir, y que toda mi vida sea una decisión desde que decido levantarme hasta que me acuesto. Y sé que será así para el resto de mis días, pero no puedo evitar sentirme frustrada cuando veo que tomas millones de decisiones y parecen cada vez más estúpidamente relevantes.

domingo, 20 de septiembre de 2015

El libro que está sobre el estante

Quería escribir de todo, de todo lo que pasa en un momento. Del libro que está sobre el estante a la izquierda del trofeo que ganaste el día que empezó aquella historia que nunca me contaste, de ese pañuelo violeta que te compraste en aquella tiendecita en la esquina de la calle en la que me encontraste, de la locura que cometí aquel día cuando estaba sentada en el parque dónde me miraste. Me faltaban palabras, huían de mí con temor a que las escribiera, era tan mágico que parecía real. Y es la gracia que tuvo aquel día, que lo escribí todo, todo lo que nos pasó en un momento, todo lo que vivimos en un solo segundo. Es lo bonito que tenemos, que pudimos inmortalizarlo de la manera más bonita que puede existir: expresándolo. No fue fácil, no, para nada, las palabras eran insuficientes, materializar lo irreal era la más dura tarea, de hecho, fue tan difícil que un momento me planteé dejar de escribir y empezar a simplemente soñar. Pero ahí seguí, inventando las palabras que no existían, intentando que todo cuadrara, porque era demasiado bonito, temía que si no lo escribía hubiera quedado simplemente en mi imaginación, porque no podía pensar que en un momento como aquel todo quedara en vano. Porque mi vida quedaría reducida a la nada si caía en la trampa de la realidad. Porque necesitaba escribir de todo, de todo lo que pasa en un momento.




viernes, 18 de septiembre de 2015

Balas sin dirección

Balas como palabras, balas como intentos de sembrar el pánico en ti, balas que asustan, balas que te cambian. Son como cápsulas cargadas de sentimientos y pensamientos. No hay ninguna bala que pase desapercibida. Se forman a base de experiencias, momentos de inspiración, necesidad de expresarse de cualquier manera, rabia, frustración, alegría, ganas de cambiar el mundo y la imposibilidad de callarme un segundo más. Salen disparadas llenas de valor, ilusión, fuerza, valentía, miedo, emoción y entusiasmo. Pero salen sin dirección.

Sin dirección porque son balas que disparo simplemente por el placer de disparar, no tienen un objetivo mayor que el gustazo de dispararlas, de escribirlas. Escribo porque tengo esa necesidad, pero el día que deje de disfrutarlo, dejaré de hacerlo, el día que no quiera escribir no escribiré, y el día que acabe una entrada y no se mueva nada en mí, cerraré esta etapa de mi vida. Cuando disparo en ningún momento he tenido una víctima en la cabeza, no he escrito por y para nadie, ni pensando en dedicárselo a alguien o pretendiendo que un "especial" lo lea. Pero tú tuviste la mala suerte de pasar por delante y que la bala te atravesara, a veces se quedará dentro, y otras supongo que entra tan fácil como sale. ¿Para qué lo compartes? Te preguntarás, pues por el maravillosos  hecho de que las balas poco a poco dejaron de ser mías y empezaron a ser nuestras, porque no puedo negar que los comentarios y los debates que se generan por ellas me tienen enganchada. Sin dirección pero con sorpresas. Y esas sorpresas sois ustedes. 

Balas sin dirección. 



jueves, 10 de septiembre de 2015

Cabos

Y entonces aparece. Llega esa persona que suelta esa palabra que no tiene sentido. La suelta sin pensar. Y siembra el pánico. En ti. En tu cerebro. En tu vida. CAMBIO

Ya está, ya no hay vuelta atrás, tienes el cambio metido en tu cerebro. No puedes dejar de darle vueltas a la palabra. La repites una y otra vez. Porque te da miedo. Y crees que no, pero sí. Tu puñetera condición humana te obliga a la rutina y a las costumbres, y cuando un cambio se avecina te da pavor. Ya el pánico se ha apoderado de ti porque en realidad no sabes qué hacer. Te han dicho esa jodida palabra, que a saber qué listillo se atrevió a pronunciar, y te han fastidiado pero bien. Y sabes que lo necesitas. Sabes que no puedes seguir así, que llevas demasiado tiempo en lo mismo. "A partir de hoy las cosas empezaran a ser diferentes" te repites entredientes mientras sigues sentado en el mismo banco, rodeado de las mismas personas y en el mismo sitio en el que vives desde hace años, porque el mundo es demasiado grande para ti. Quieres cambiar pero no sabes como, o sí sabes; pero, y si, aunque... Que te lo digo yo, que tienes miedo, que quieres hacer muchas cosas, descubrir, moverte, conocer, ampliar; pero siempre hay un pero, algún cabo que debes dejar bien atado, ese mismo cabo que no te deja cambiar. Ese mismo cabo que te ata a tu tierra, a tu gente, a tu zona de confort. A esa zona de confort monótona y aburrida en la que ya ni siquiera sabes si estás cómodo. Pero el gran problema es que necesitas hacerlo.

                                            

¿Y si lo llamamos desarrollo, o evolución? Asusta menos, ¿eh? Es que en realidad cuando las cosas cambian, no dejan de ser lo que eran, sino que se transforman. Porque el pasado no se puede modificar, algo que era no deja de ser, sino que pasa a ser una mejor versión de sí misma. Y te digo algo más, vivimos en constante evolución, pues cada palabra, cada segundo, cada persona te aporta una pequeña gota de "cambio" en tu vida. Pero hay personas que necesitamos evoluciones a lo bestia. Ampliar la zona de confort o salir directamente de ella. Los que necesitamos océanos de cambios. Los que nos gustan que nos siembren miedo y vivir en constante tensión. Nosotros somos los que realmente vivimos.

¿Cuántos cabos te quedan por atar?